Todos flotan

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sábado, 20 de septiembre de 2014

WRESTLING!!!!!

¡Cómo me gusta el wrestling! Lo llevo viendo desde que llegaron las privadas a Santiago y desde entonces lo he seguido como buenamente he podido, saltando de canal en canal, perdiéndome las intrincadas subtramas que se entretejen entre bastidores... y los chistes de Héctor del Mar, ese dios de las retransmisiones.

Para el que no conozca este gran espectáculo, os lo explicamos en un momento. El wrestling es como las cenas de fin de año, pero en calzoncillos. Cuando menos te lo espera salta una hostia y ya está todo liado.

La cosa consiste en subir al ring a dos bigardos (o veinte, depende del evento que pilles) que luego cogen un micro y se ponen a hablar y a decir que el otro le robó una tarta, o no sé qué, porque luego el otro contesta que "y tú más", como en política, con la única diferencia de que en el congreso nadie se va a casa caliente, aquí luego dejan los micros y se ponen a repartir hostias de broma.

Por lo general la cosa empieza con un puñetazo falso que no da, pero que se completa con un pisotón en el suelo para que haga ruido, con lo cual yo crecí pensando que las hostias sonaban como cuando cierras una puerta de contrachapado. Luego te amagan por la nuca como a los conejos y te mandan contra las cuerdas que hay en el cuadrilátero y rebotas algo menos que en los dibujos animados. Y en el rebote te das cuenta de que viene el enemigo con el codo con más ansia que las viejas que salen en la tele cuando las rebajas del Corte Inglés. El codo no te da, pero tú te tiras al suelo de espaldas de la impresión. Y ahí el rival se te pone encima y venga a tirarte de una pierna, cosa que se parece mucho a cómo se trinchaba el pavo en casa de mi abuela. Lo que yo digo, es una nochevieja en calzoncillos.